lunes, 13 de julio de 2015

ADELAIDA Y YO EN EL INVERNADERO


Escritura automática II

Pájaros de médulas sutiles de limones eléctricos beben mi sangre
en tazos de ébano lluvioso
hierven esquinas con pelucas de buey
asustando el enjambre de las balanzas erizadas
viene mi amor tal vez algún día una semana después
que él dijo nunca vendrás ni a las once de la noche
menos subida al palomar con humo en las mejillas flotantes
desde lejos nunca me olvidarás día oscuro
de muelle con una flor en la goleta
pájaros hambrientos de leche purpúrea en las escaleras del diluvio
con ramas de cedro encima y alrededor del arca de música variable
pegada con rumor de la mujer náufraga
con hilo de hembra líquida veinte años desnuda
corriendo con su lámpara abierta por las alcantarillas ululantes
de la masturbación
y entonces ya no devastas los campamentos
de alcaldes protectorados y profetas lujuriosos
en los noches de cuero batido por la luna
y más tarde hangares de sol cúbico
tanto amor
las tórridas madrigueras con manijas de cobre folletines de higo
uno a uno largos días cayendo con un terrón de vino en cada mano
a la intemperie y sin la venia presidencial
tanto amor a qué recordar los manjares de vidrio verde
asados al fuego natural de las abejas
ni la hebilla de orégano que arrastrabas colgando entre las piernas
campana de olor vertiginoso y tarántulas sagradas,
o arrobados hormigueros cíclicos bebiendo agua peluda
y luego los decretos preferenciales las grandes lluvias administrativas
las fecundas aleluyas de cedrón hipostático
hasta llegar a esta noche sin letra escandalosamente
tanto amor y todavía más dédalo quemante
más sangre de amor nupcial quebrado el cuello dulce
ánade de hielo rojo amor mío
descendiendo ascendiendo
mordidos abrazados quebrados por grúas de florales tentáculos
sobre el velador de la lámpara aullando
lejos si ya los coágulos de sangre vuelan ya caen
suben untando lava gruesa en los ojos degollados
y el grito hasta el fondo de las vainas del nervio el pulso
del relámpago
chorro mortal de harapos de planetas el gran fuego volcado
sí amor mío en la mano de éter que se cierra
en las uñas de la perla del sueño.


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